
10 Jun Crees que estás fomentando su liderazgo y en realidad le estás haciendo intolerante a la frustración (o al revés)
Nico tenía apenas unas semanas y yo alternaba picos de éxtasis emocional con fantasías suicidas recurrentes. No podía ser, la lactancia no podía ser eso, 30 tomas al día eran demasiado, 30 por decir algo, porque en realidad la vida era una larga toma de pecho -que no de decisiones, porque esas estaban vetadas para mí, como puro agente nutridor. Mi decisión definitiva había sido ser madre y dar teta a demanda, así que ahora, ajo y leche.
Fui a la asesora de lactancia con la íntima esperanza de que me revelase algún tipo de tara en mi pecho, mi niño, mi leche, el ambiente hostil de la ciudad o lo que fuera que explicase por qué debía frenar IPSO FACTO ese empecinamiento agónico con un biberón y dos lexatines (el primero, para él; lo segundo, para sus progenitores). Pero la muy hija de Satán nos dijo que todo estaba perfecto, que el niño era así y que
ESTABA DESTINADO A SER LÍDER MUNDIAL.
“Porque los niños que saben exigir lo que quieren son líderes natos, y no os creáis que esto se le va a pasar… Las cosas se irán haciendo más fáciles, pero son niños que toda la vida tienen mucha personalidad”.
La lactancia estaba bien, el bebé no tenía frenillo en la lengua. Ni en las ganas. Eso era todo.
Así que seguí y seguí, la cosa mejoró con mi nicolasita y… bueno, el resto de la historia de la lactancia la sabéis. Y si no, a leer todos los posts hacia atrás, que ahora tenéis tiempo (jijiji, ¿no os encanta cuando os dicen eso últimamente?).
Pero el caso es que, realmente, mi hijo tiene mucha personalidad y sabe pedir con vehemencia lo que quiere. A mí, dada esta circunstancia, en un inicio me costó ponerle límites, y fui avanzando con ayuda de mi madre, que tuvo seis hijos, y de los consejos desde la guardería. Allí me explicaban cómo actuar en caso de que llevase a cabo atentados contra la integridad humana o material, cómo abordar las peores rabietas, etc. Y la cosa fue mejorando.
Pero… la verdad, siempre he preferido que haga un pelín lo que le da la gana.
Y que, dentro de un orden, elija. Obviamente, las elecciones que puede hacer un bebé, que no son muchas… Pero ahora ya casi tiene dos años y llevamos unos cuantos meses conviviendo 24 horas al día, así que practicamos la extrema cotidianeidad en todo momento y lugar. Y si a la hora de comer se niega a hacerlo en la trona porque hoy le apetece mesa, pues le pongo en la mesa. Y si quiere tirar todas las cerillas porque se muere de la risa, que las tire, que ya lo recogeremos entre los dos. Y si se le antoja jugar con las ollas, que juegue, que más me da. Y si hoy se quiere lavar con el jabón de mamá en lugar del suyo, pues adelante. Y si le apetece tirar agua, poner la lavadora, esconder chupetes, correr en pelotas, ponerse mi ropa o dormir en el suelo, pues que lo haga; y si para darle el bibe de leche tengo que llevar a cabo antes un ritual precolombino de iniciación, bien: está creciendo, experimentando, explorando, y yo estoy a su disposición y disfruto facilitándoselo. Mientras no suponga un riesgo para salud y le ayude a conocer y expresarse, bienvenido sea (siempre que cumpla ciertos límites: a mí me gustan los de Álvaro Bilbao).
Esa es mi postura. Y sé que, en cuanto a mí:
A) Por un lado, es cómoda, porque me evita muchos conflictos, y
B) por otro es incómoda, porque “no le educo” y sigue tirando cosas e improvisando una y otra vez, y yo no me puedo sentar ni un segundo y me voy a diario abochornada del parque, porque todo es suyo y ay de quien no respete esa regla, como el pobre de Unai, que anteayer se le acercó pidiéndole jugar con SU PROPIO BALÓN AMARILLO FOSFORITO (hechos reales) y Nico le aclaró que rotundamente NO, extendiendo la mano como si le fuese a salir rayo arácnido de la muñeca y echando a correr, ofendido ante tal atrevimiento, invisible detrás de una pelota más grande que él.
Estas dos consecuencias sobre mi persona y el entorno las conozco y las asumo, pero mi duda es sobre cómo le afectará a él.
¿Estoy haciendo que conecte consigo mismo, que se entienda, que se exprese, que conozca, que vaya a favor de su propia naturaleza? ¿O le estoy volviendo un caprichoso malcriado y gilipollas? El día de mañana… ¿será una persona a la que sigan por sus ideas innovadoras y su capacidad de movilizar cuerpos y mentes con su entusiasmo o un desgraciado inmaduro, infantiloide y alérgico a la frustración? En general, tengo claro dónde están los límites de mis límites, hasta dónde puedo llegar a ser estricta y en qué campos soy más laxa, y también qué cercos le he de definir para que se sienta seguro, pero cuando el ensayo-error pasa de, no sé, 10 a 10.000 al día, aparecen de nuevo las dudas…
¿Estamos criando líderes o seguidores?
Es decir, con nuestras actuaciones como ma/padres, ¿podemos fomentar que nuestros/as hijos/as sean parte del rebaño o piensen con independencia? Sí, podemos. Y… ¿hasta qué punto queremos que sean independientes y hasta qué otro parte del sistema?
Porque si te pasas por un lado, estarás colocando another brick in the wall. Y si te excedes por el otro, igual te sale, yo que sé, duermealfombras, anarcoliberal o coleccionista de bebés reborn. Y ya sé que en este dilema la respuesta obvia es: criemos hijos libres y con criterio, que sepan elegir y tengan herramientas para hacerlo, ¿a qué sí? Pues ya está, muy bien, pero… ¿cuántas herramientas? ¿Seguro que no le estoy generando una utopía de libertad que en el mundo real no existe y le acabará frustrando? Y, si se la limito, ¿qué clase de frenos estaré poniendo al desarrollo de quien podría ser un paradigma del progreso humano?
¿Qué opináis como ma/padres expertas/os en la ma/pateria? (También podéis dejar vuestro comentario, por favor, aquellos/as que no tenéis hijos, nadie hará de menos vuestra respuesta, y desde luego, no permitiré que en este blog se profieran insultos hacia vosotros por el simple hecho de llevar tres meses quejándoos de que ya os habéis pasado todas las series de Netflix y, ay, no sé, jo, es que ya me empiezo a aburrir).
Gracias y feliz potencial reapertura de las guarderías a todes.
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