fbpx

Cómo conseguir una lactancia materna exitosa (o por qué dar el pecho: una perspectiva utilitarista)

Hay pocas cosas que salgan bien, bien en la vida. En mis mejores sueños, cuando estaba embarazada, fantaseaba con alcanzar los 4 o 6 meses de lactancia materna exclusiva (LME). Me parecía algo tan importante, tan bonito, tan íntimo… Quería conseguirlo.

Cuando llegó Nico, arrollador, empecé a dudar y a convencerme de que haría lo que pudiera, pero que no pasaba nada si lo dejaba. Y fue complicado, porque era un niño súper demandante. Pero, con nuestros altos y nuestros bajos, seguimos adelante.

Si hay algo más satisfactorio que conseguir que las cosas salgan bien a la primera, es conseguir que salgan bien a la segunda.

No sé a vosotras, pero a mí me encanta tener problemas y superarlos (dentro de un orden, entendedme), porque me hace crecer, me convierte en una versión más fuerte, y me entrega una dosis de conocimiento y saber hacer que nunca habría conseguido si todo hubiese salido a pedir de boca desde el minuto uno. Perdón por el paulocoelhismo, se me antojaba necesario.

Dicho todo esto, contaré que nuestra lactancia duró exactamente un año y tres meses. Poco a poco, mi hijo fue pidiendo menos y menos, tomando ya leche de vaca y, por fin, usando mi pecho sólo para hacer el gamberro en lugar de comer. Ni en mis escenarios más optimistas habría augurado que fuese él quien abandonase la lactancia, sin drama, sin planes, sin importancia.

Por eso pensé en reflexionar sobre qué hizo que nuestra LME fuese tan satisfactoria, por qué superamos problemas y cumplimos con creces mis metas preconcebidas. Y llegué a la conclusión de que, para mí, el quid de la cuestión fue hacerlo no sólo por el niño, sino también para “sacar yo algo a cambio”. M U M S P R E A D I N G . La perspectiva de una sanísima microbiota, desarrollo intelectual, físico, motor, psicológico incomparable para el bebé y una conexión espiritual entre nosotros me atraía un montón, pero no era suficiente para vencer todas las barreras físicas y psicológicas de dar el pecho de forma prolongada. ¿Qué era lo que me faltaba entonces?

Una visión individual, de crecimiento personal, que completase esa fuerza. Lo de que para el niño es una maravilla se me hacía un poco apuesta (lo típico: está demostrado que es bueno, pero a mí no me dieron pecho y aquí estoy, tan ricamente y a ese de ahí le dieron tres años y, admitámoslo, es un gilipollas integral y feo pa perro), pero el sacar un beneficio personal instantáneo era un apoyo mucho más tangible. ¿Aprovechar las horas para aprender francés? ¿Para inventar cuentos? ¿Para ponerme buenorra? Al final, no me sirvió para ninguna de esas cosas, pero sí para aprender otras más estructurales y difíciles.

 

  1. A estar fuera del tiempo

En una sociedad en la que estamos locos por producir, por hacer, por experimentar en serie, por ponernos en marcha e ir consumiendo un plan tras otro, nos puede generar frustración permanecer “atadas” a un sofá, una boquita de piñón y esas adorables manitas arrugadas. Es muy guay, sí, pero… ¿qué andarán haciendo los demás? ¿Por qué no nos invitan? ¿Habrán salido hoy? El tiempo pasa y yo aquí, sin aportar nada más que una mirada de amor y un alimento dulce a mi pequeña lechuguita. ¿Nada más?, ¿¿en serio?? Esto es chungo de narices y yo no diría que fui capaz de hacerlo del todo, pero sí que intenté relativizar esas horas, interiorizar que la velocidad de fuera no era la velocidad real, que el tiempo es un constructo, que no iba a producir ni experimentar nada más flipante que lo que estaba haciendo en esos minutos, en esas horas, días y meses. Intenté salirme de la vorágine creada y vivir mi propio ritmo del tiempo. Vivir el ahora. Solos bebé y yo. ¿Lo conseguí? No del todo, pero sí un poquito. Un muchito. Y esta perspectiva me enriqueció, me dio mucha fortaleza, nos unió y me  ayudó a seguir adelante.

  1. A buscar ayuda, pero la adecuada

En el caso de mi lactancia, como fue cuando la creé, no pude usar la nicolasita desde el inicio. Pero, en cuanto tuve esta herramienta, las cosas se me hicieron mucho más fáciles. Como he contado mil veces, le daba muchomuchomucho pecho a mi hijo. Así que, con la nicolasita, siempre llevaba agua, el móvil para apuntarlo TODO sobre la toma, la temperatura adecuada, la mantita para cuando Nico se quedaba dormidito en mi pecho, el babero para sus regurgitaciones… Dejaba levantada y enganchada la parte de la que tenía que mamar en la siguiente toma y así nunca se me olvidaba la teta que me tocaba. No necesitaba sujetador ni discos de lactancia. Cuando venían mis amadas visitas, me pillaban siempre más o menos presentable y, si decidíamos salir a dar un paseo, ya estaba vestida y lista para (después de hacer otro millón de cosas) macharnos. La verdad es que este equipo me hizo esas semanas mucho más amables y gracias a esa comodidad creo que tuve una lactancia tan satisfactoria para ambos y tan duradera como necesitó mi hijo.

  1. A ser paciente

Ni los sólidos, ni el biberón, ni la medicina china, la fisioterapia neonatal, el babyshark, la guardería o el Sursum corda traerán la solución definitiva a nuestras familias. Puede que todo contribuya un pelín, eso sí. Es una lección tan enorme el comprender que no todo es controlable… No es que yo sea, precisamente, de dejarme llevar y escuchar a la Madre Tierra para que me guíe. No estoy tan conectada ni soy tan zen (aunque trabajo en ello, ojo). Pero la maternidad, la lactancia y tu bebé son una lección incomparable en este sentido. Olvídate de la ansiedad, de manejarlo todo. Tu chiquitín/a es una persona con sus ritmos, no manipulable (al menos, no de una forma con la que tú estés de acuerdo, honesta, sana, compasiva…). [Manipulación compasiva, me leo y me facepalmeo encima :D].

Si te permites espacio y tiempo para escucharte, no hay nada más pro-zen que tener un bebé y amamantarlo. Él/ella te enseña que, en un mundo donde parece que todo se puede comprar, acelerar, retorcer y disponer como tú quieras, la realidad es (bien) otra. Te enseña que nos hemos generado una imagen de la vida que no es real. Que hay cosas que llevan su tiempo, sus procesos. Y que, mientras tanto, podemos

A. luchar a capa y espada para acelerarlas o

B. asumir que no dependen de nosotras.

NO DIGO QUE LA SEGUNDA OPCIÓN SEA LA BUENA. Yo soy muy de la primera porque, aunque no sirva para conseguir tu objetivo, te entretendrá, te mantendrá ilusionada, te dejará CREER en una salida. Pero creo que ser consciente de la B, aunque sigas en la A, te traerá mucha PAZ.

  1. A sacar provecho de mis virtudes y defectos

Gracias a mis meses de lactancia, a mis confortables horas con Nicolás en el pecho, me conocí mucho mejor y me empecé a asumir. Me di cuenta, detecté, que tenía grabada a fuego esa necesidad de producir tan hardcore, ese producto político que tenemos tan machacado que hemos llegado incluso a identificar como biológico, natural. Me percaté de que esto era una creación artificial, que no nacíamos con la percepción del tiempo y de la urgencia que nos han inculcado. Me identifiqué con todos los movimientos Slow: slow life, slow cooking, slow breastfeeding, slow flowing, slow with you tonight. Y, una vez visto todo esto, también asumí que… bueno, a mí me han secuestrado y convencido, sé lo de B, pero estoy en lo de A: ya no puedo ser puramente slow, ni happy with the flow ni –ya puestas- modelo de tetas. De hecho, en esas horas, en esos siglos que pasamos juntos y pegaditos Nico y yo, además de generarse un vínculo increíble entre nosotros, empezaron a nacer estos posts, comencé a moldear Nicolasita.es, a pensar en lo que os contaría y a definir lo que es a día de hoy.

Nuestra lactancia materna exclusiva me enseñó que yo soy hija de mis padres, madre de mi hijo, madre e hija de esta sociedad, y que todo ello me entrega ciertos rasgos. Me dejó ver que, con lo que soy y lo que veo, intentaré hacer lo mejor para mí, para mi familia y para este mondo difficile e vita intensa. Claro que seguiré, por supuesto, buscando el crecimiento, la paz, lo zen, reducir al mínimo mi urgencia, mis emisiones de carbono y mi afán de productividad.  Pero gracias a mis meses de lactancia sé –y asumo, y me perdono por ello- que, por el camino, me inventaré mil millones de cosas, intentaré controlar mi destino compulsivamente y no encajaré los golpes de la vida con resignación cristiana, iluminación budista ni vaqueros culeros de 2003.

Por todo ello, por lo que me ha aportado y lo que he aprendido en nuestras largas horas de lactancia, me siento tremendamente agradecida hacia mi hijo, y muy satisfecha por haber elegido el camino de la lactancia materna exclusiva. Desde un punto de vista utilitarista, desde un punto de vista zen, desde el amor, como madre y como ser humano en general, solo os puedo recomendar: amigas… ¡a mamar!

 

No hay comentarios

Enviar un comentario