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5 tips para ahorrar con la maternidad

Si hasta hace poco tu idea del ahorro era prolongar el botellón y ahora te encuentras buscando “devolución prestación maternidad”, “sofás baratos” o “próximo cheque ahorro Carrefour”, amiga, este artículo de oferta es para ti.

¿Cómo ahorrar siendo madre? ¿Cómo ahorrar cuando tienes hijos?

Ay, señora. Cuando te haces madre, bebé no llega con un pan debajo del brazo, sino con una pancartita que dice “bienvenida a la economía doméstica”. Suena franquista, pero es lo que te va a tocar. Bueno, ahora se llama «economía circular», reciclaje u otros conceptos más guays. Pero el caso es que, si quieres seguir manteniendo algunos de tus caprichos anteriores, de la medida que sean (viajes al pueblo o a Tailandia, libros, bolsos de Prada u horquillas del Bershka), tendrás que exprimir algunas pelillas de aquí y de allá para compensar la inversión que supone sacar una nueva vida adelante.

En Nicolasita te vamos a compartir nuestros principales truquis de ahorro maternal. Ahí van:

 

1. El cementerio de los champús olvidados

Hablemos de los geles, cremas, ceras, espumas, maquillajes, serums, exfoliantes y demás productos de higiene personal y belleza que no te convencieron pero tampoco te atreviste a tirar porque te parecía un poco feo.

Hagamos una reflexión sobre aquel champú antigrasa que nunca te quitó la grasa; sobre ese aceite de coco que supuestamente era la mejor mascarilla natural para tu cabello, pero te hacía oler a kebab; sobre la crema low cost anti brillos que te mantenía ideal un par de horas y te transfomaba en Marilia de Ella Baila Sola el resto del día; de las toallitas milagrosas que te trajo tu prima de Japón. De Dove autobronceado 2001. Del aceite de argán. De aquel suavizante que se echaba antes del champú. Del desodorante sólido. De la colonia molecular.

Sí, amiga. Lo sabemos. Sabemos de tus pecadillos y errores del pasado. Pero hoy la vida te da una segunda oportunidad, una de redención, de hermanamiento con el medio ambiente, de limpieza de tus remordimientos y tus armarios, de revisión de tus exigencias de antaño y de restitución del honor de aquellos a quienes, a la primera de cambio, desterraste al rincón más oscuro del baño de invitados.

Has crecido, a duras penas has aprendido y ahora sabes que ningún champú del mundo te va a corregir del todo la grasa, así que deja de poner tus esperanzas en ello y de comprar cualquier producto nuevo con arcilla, ortigas o pollas en vinagre. Recupera el que tienes, preciosa, que va a ser igual de inútil y GÁSTALO. Proponte no comprar otro hasta que NO QUEDE NI UNA GOTA DE ESE EN TU CASA.

Las cremas medio buenas, úsalas. Vas a envejecer igual, te lo juro, acabas de ser madre. Probablemente no sean la pera, pero teniendo en cuenta el tiempo que le dedicas actualmente a tus rituales de belleza, mejor eso que nada: así, por un lado te dedicas ese ratico, por otro, las haces desaparecer y, por otro más, te juras a ti misma no poner los ojos en ninguna otra hasta que haya desaparecido de tu vista el último resquicio de producto fail del pasado.

Y.

Así.

Con.

Todo.

En un año, a lo mejor, habrás limpiado tus baños y, dependiendo del nivel de perturbación-droguería que tengas, te habrás ahorrado entre 10 y 10.000 millones de euros. (Cantidad que probablemente el año que viene volverás a invertir en nuevos y prometedores productos de droguería). Qué maravilla, qué poco tropezar en la misma piedra, qué bien.

 

2. Repostería vintage

A los seis meses o así empiezan los bebés a comer alimentos (además de la leche). Te informas sobre purés o baby led weaning, para que tu híjit comience a saborear lo bueno de la vida. Le sale algún dientecito, tu madre le da una galleta, auguras muerte por grasas trans, le echas una peta a la abuela del copón y decides que nunca jamás le darás ese veneno a bebé porque tú eres una madre responsable, de las que consiguen que sus hijos desayunen garbanzos y piensen que la Coca-cola era una droga experimental de los años 60.

Luego es que resulta que con las galletas no se atraganta, que las come genial, que las coge con su manita y que donde dije digo digo Diego y venga a comprar Tostarica, que tienen un porcentaje mayor de harina integral. [La palabra integral como acalladora de conciencias destruidas]. Te sigues sintiendo mal, pero sigues adelante. “Dejémonos un breve espacio para la incoherencia”, te repites como mantra.

PUES NO. No es necesario, querida. Porque tu hijo/a sí que puede desayunar garbanzos, remolacha o zanahorias. Sólo tienes que GALLETIZÁRSELO TODO. Este es el método Nicolasita de ahorro y prevención de enfermedades cardiovasculares:

  1. Recopila todas las bolsas de cosas sanas que te compraste alguna vez y nunca terminaste o empezaste: almendras crudas, nueces del Pecán, semillas de chía, pasas, lino.
  2. Recopila todas las harinas que tengas por casa. Incluso aquella de garbanzos que compraste para vete tú a saber qué.
  3. ¿Tienes copos de avena?
  4. Recopila los aceites que tengas por casa. También el de coco del baño de invitados.
  5. Haz galletas con eso y lo que te haya sobrado de fruta o verdura dulce del día: plátanos, remolachas, mandarina, calabaza, zanahoria, coco… Te llevará como 15 minutos hacerlas (más el horneado).
  6. Hay cientos de recetas por ahí. No hace falta que eches azúcar, ni sal ni nada. El caso es que lo batas todo bien, lo mezcles y lo hornees con forma de galleta. A bebé le va a molar seguro, y tú estás haciendo limpieza de armarios, ahorrando y dándole amor nutricional a tu retoño.

Personalmente, como cocinera de ensaladas, encurtidos y huevos al microondas, nunca pensé que podría invertir tiempo de mi tiempo en hacer galletas. Pero ahora es una adicción, y no puedo parar. Cada semana una hornada diferente, a ver de qué color salen, a ver qué cara pone bebé cuando las prueba, a ver cómo sabe el repollo con anacardos… Es súper guay. Y luego está el tema del placercito de ver a tu hijo comer de buen grado algo súper sano y que tú misma te has inventado. Por cierto, dejo pendiente un post sobre los placercitos-mamá.

 

3. Una sola prenda para toda la lactancia

Si estás dando teta, olvídate de comprar mil historias para poder amamantar. Hazte con una nicolasita. Con una sola prenda puedes atravesar toda la lactancia, o al menos, los meses más hardcore, cuando estás todo el rato con el pecho fuera. La puedes usar por casa sin sujetadores de lactancia, ni discos de lactancia, ni camisetas de lactancia, ni mantas, ni muselinas, ni baberos, ni trapos, ni nada de eso: te la plantas encima y listo, ella absorbe todo lo necesario y te deja el pecho libre para que se amorre tu cachorro en cuanto lo necesite.

Y, fuera de casa, la puedes llevar encima de tu ropa habitual, de modo que aprovechas las prendas normales. Te la pones por encima y debajo te puedes quedar todo lo en pelotas que precise tu frío o tu pudor (en caso de que tengas alguno de los dos). Es una inversión que te ahorra muchos otros gastos. Y, como regalo para futuras madres, una opción genial para entregarles un poco de tranquilidad.

 

4. Marie Kondo, CEO de tu ludoteca

Te pasas una mañana buscando el juguete ideal, alineado con sus gustos, motivaciones y nivel de desarrollo actual. Consigues un muñeco con pelo de poni, lengua de flores, sonidos de unicornio y duendes que salen bailando polkas alrededor de sus orejas con forma de casitas de dinosaurio. Se lo das. NO LO VE, NO LO MIRA, LE HACE GHOSTING-BEBÉ. Agarra el puto tupper naranja de la cocina, choca la tapa con el recipiente sin parar y te deja plantada con tu dios de Mattel.

Amiga, tu casa está llena de juguetes y de cosas inservibles. Proponte ordenarla y darle material de juego a tu nene/a, todo en uno. Aquel cajón de Ikea de tela. Ese teclado que ya no funciona. El bote gastado de Nivea azul. Mira a tu alrededor, échale imaginación. Y, si no se te ocurre, busca en internet el tipo de juguete adecuado para la edad de tu pimpollo/a y piensa cómo lo podrías fabricar con lo que ves en tu entorno doméstico.

 

5. SurvivingFIT

¿Cuánto pagabas al mes por el gimnasio? Ya no te hace falta.

¿Te vas de paseo? Baja hombros, aprieta ombligo, levanta cabeza, agarra el carro y camina rapidito hasta donde te deje tu criatura.

¿Bebé no aguanta el carro? Hazle la baticao el tiempo que sea necesario: ponte música, baila con él/ella, elévale, bájale, trabaja tus bíceps y tríceps.

¿Necesita muchos brazos? Aprovecha para corregir tu postura e ir recuperando el tono muscular: el ombligo y los genitales apretados hacia adentro te obligan a mantener una posición adecuada, a la vez que vas cogiendo fuerza.

¿Das el pecho tumbada? Proponte levantar la pierna contraria a la teta de la que está comiendo, al menos, 20 veces por toma.

¿Qué no se duerme por la noche y tienes que pasearle haciendo porteo? Pues más pasitos acumulados. Ponte la pulsera de medir pasos o kilómetros, o llévate el móvil en la nicolasita. Es más gratificante estar jodida cuando ves que al menos estás trabajando no sólo por el bienestar de tu hijx, sino también por el tuyo.

¿Duerme en cuna? Hazte unas sentadillas cósmicas agarrada a sus barrotes mientras le miras sobar. Que sé que lo haces, truana.

En resumen: mira en positivo todo el esfuerzo físico que te requieren los primeros meses de maternidad, échale imaginación a cada castigo corporal que te supone y trata de sacar partido de ellos para ir recuperando tu cuerpo, tu fortaleza y tu paz mental.

 

Y hasta aquí los truquis de Nicolasita para ahorrar con la maternidad. Aunque creo que podría hacer otro post más, ya veremos. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Nos los compartes? Gracias, amiga. Y besis.

2 Comentarios
  • Garni
    Publicado a las 23:02h, 19 noviembre

    Ideaca lo de las galletas!!

  • Nicolasa
    Publicado a las 08:38h, 20 noviembre

    En teoría, sí. Pero creo que me he venido demasiado arriba. Ayer casi devuelve, el pobre, con las galletas de remolacha con nueces del Brasil. Me he pasado, claramente 😀

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